martes, 10 de agosto de 2010

Diario de Misión Invierno 2010. Capítulo 1

Escribe Hermana Lidia:
"Llévame donde los hombres
necesiten tus palabras…"
Hola. Soy la hermana Lidia y para mí es una inmensa alegría poder llegar por segunda vez hasta Chaco-Napenay, con el fin de llevar la Buena Noticia a mis hermanos. ¡Qué hermosa misión que Dios nos ha confiado!

Las personas de ésta comunidad, nos hacen sentir parte de la misma, siempre nos esperan con mucho entusiasmo y cada vez que vamos, nos reciben con tanto amor, nos brindan mucho cariño, son generosos y acogedores.

Por la mañana visitamos los hogares y por la tarde se realizan distintas actividades.

Un grupo de misioneros trabajamos con los niños.

En verdad, yo sentía que mi corazón rebosaba de alegría al ver tantos chicos que llegaban sonrientes, la mayoría, de la mano con los hermanitos hasta la Capilla Santa Ana, para compartir con nosotros un momento de alegría. Gozaba de una convicción de que Jesús estaba contento en medio nuestro, acompañándonos, ya que todos sabemos que los niños son sus preferidos.

En éstos encuentros con los niños tenemos catequesis, compartimos la palabra de Dios, rezamos, cantamos, jugamos, bailamos…etc. y terminamos con la merienda, la cual brindamos todos los días y en diferentes sectores del pueblo. Llevamos a los chicos en procesión hasta el lugar, con la intención de invitar y animar a aquellos, que por vergüenza o timidez, no se animan a acercarse. Es grandioso ver la cantidad de chicos que se acoplaban al grupo y comenzaban a compartir con nosotros en los días siguientes.

Es admirable la voluntad de los jóvenes del lugar, quienes generosamente nos ayudaban con todos los niños.

Me alegraba infinitamente contemplar que los chicos, luego de la merienda, la mayoría volvían con nosotros para participar de la Santa Misa, incluso algunos formaban parte del coro… disfrutaron hasta el máximo!

Resaltar también que todos los chicos son muy cariñosos. Una niña, hija de los hermanos Cristianos Evangélicos, mientras nos encontrábamos en plena Misa, me abraza fuertemente y me susurra en los oídos: “Vos sos mi mamá, te quiero con todo mi corazón”. Verdaderamente fue un momento muy emotivo para mí, una grata experiencia…inolvidable!!!

Realmente durante la misión no hay descanso, pero por otro lado, no se pueden expresar en palabras, la felicidad, la paz y la satisfacción inigualable que uno experimenta. Es un momento de gracia, de bendición y de un amor tan intenso que te hace olvidar por un momento, de todos los problemas que uno pueda tener; el tiempo se pasa sin que uno se dé cuenta, se siente la presencia de Dios de una manera muy fuerte, es un clima muy especial…

Es impresionante ver cómo Dios se manifiesta continuamente en las pequeñas cosas, colma a su querido pueblo Napenay de abundantes gracias y bendiciones, lo llena de su amor y misericordia. Ciertamente los misioneros somos simples instrumentos, es Dios mismo Quien obra maravillas en su pueblo y nosotros somos testigos de todo esto. Estamos convencidos de que Jesús es el Buen Pastor que ama a sus ovejas y llega a cada una de ellas hasta el lugar en que se encuentra.

Nos acompañaron con sus oraciones nuestros seres queridos, amigos y familiares, esto fortalecía nuestro espíritu misionero, así también los mismos hermanos de Napenay. Muchos oraron por nosotros personalmente con la imposición de las manos, aquí se podía percibir claramente la intensidad de la fe de cada persona. Esto fue un momento de mucha emoción, de mucha paz…

¡Que maravilla! ¡Que regalo de Dios!

Ruego a Dios que suscite en su iglesia, abundantes vocaciones misioneras, para que Él sea anunciado, amado y servido por todos los hombres. Esto se realiza sin pretender premios materiales, Dios mismo se encarga de recompensar todo, ya aquí en la tierra, permitiendo disfrutar de una gran tranquilidad, serenidad y dulzura que superan todos los gozos humanos…son cosas fundamentales para la vida del hombre y que no se pueden comprar con dinero!!!

Alabado sea Dios!!!

“El amable Jesús es Quien me conduce y me permite éstos pasos”

(Ma. Antonia de San José)

Hermana Lidia Mendia Benitez. Hija del Divino Salvador

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